Mañana sábado 27 de noviembre se celebra en Estados Unidos el primer Small Business Saturday (sábado del pequeño comercio). Más allá de lo curiosa que resulta la afición de los americanos de allí arriba de poner nombre a los días como para organizar sus tareas y compras, la cosa suena interesante. Relativamente. La idea surge de una empresa, American Express,  que quiere ayudar a los pequeños empresarios movilizando a toda la sociedad gringa como parte, supongo, de su política de responsabilidad y, también supongo, como ejercicio de marketing. Más de un millón de seguidores en Facebook, un porrón de blogs con entradas al respecto patrocinadas, el alcalde de Nueva York anunciando la cosa junto al jefe de la compañía… El ruido ha sido, parece, grande y será provechoso para el cliente, que recibirá 25$ de los que gaste en pequeños comercios, y para las primeras diez mil tiendas que se hayan asociado, que recibirán 100$ cada una de publicidad en Facebook. Además, el clima creado por la campaña a favor de esas tienditas no les viene nada mal en el país de los gigantescos malls.

Y, sin embargo, he dejado el relativamente por ahí colgando, pendiente de explicación. Y es que, visto con detenimiento el asunto,  se echan de menos mayores compromisos por parte de la empresa hacia el pequeño comercio. Lo de los dólares para el cliente y la publi para las tiendas no está mal pero no pasa de una estrategia comercial. Y de un solo día. No se encuentran compromisos a más largo plazo ni mucho más profundos. Y luego, y aquí va un sentimiento muy personal, me parece un poco agotador eso de «una nueva fiesta para gastar». Una fiesta que sigue al Black Friday, que es hoy y que es el pistoletazo de salida de la orgía consumista navideña. Entiendo que American Express tiene que fomentar el consumo y prefiero el consumo en el pequeño comercio que en el gran centro comercial, pero a uno, a estas alturas de exaltación de la cosa, le dan ganas de no comprar ni el pan. Ah, por cierto, hoy es el día sin consumo. En fin…