El espejo de mis prejuicios

“Es más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio”
Albert Einstein

Según Francesc Miralles [El País Semanal], “el ser humano necesita agarrarse a verdades absolutas, encontrar seguridades en un mundo siempre cambiante”. Las personas nos pasamos el día administrando y encajando toda la información en su categoría adecuada para poder predecir las reacciones de nuestro entorno y decidir cómo actuar o comportarnos.
Al parecer, este comportamiento, regido en gran medida por nuestra experiencia personal y nuestras vivencias, no es más que una necesidad innata e inevitable de nuestro cerebro para filtrar y clasificar la información de la manera más eficiente posible.

Así es como se construyen razonamientos como: “si lluevo, me mojo”; “si llego tarde, mi jefa se enfadará”, etc. Pero, ¿qué sucede cuando se encasilla a las personas en grupos, además de por sus características objetivas, por los rasgos de personalidad que pensamos que tienen?

Por ejemplo:

– Las personas mayores son responsables y sabias
– Los ingleses son muy respetuosos
– Los jóvenes son irresponsables y sólo piensan en divertirse
– Los españoles son vagos
– Los gitanos no son de fiar

Mediante este proceso, creamos un PRE-JUICIO (un juicio previo): un proceso por el que asignamos información que puede ser acertada (según nuestra experiencia personal), pero que muy posible que sea exagerada o incluso errónea, independientemente de si los rasgos de personalidad que hemos atribuido son positivos o negativos. Eso quiere decir que nuestra forma de comportarnos o actuar en nuestro entorno seguramente sea incorrecta.

Últimamente no paro de escuchar a mi alrededor pre-juicios negativos, y por eso llevo días preguntándome: ¿Cómo se construyen? ¿Por qué? Creo que una de las principales razones es el miedo o la incomodidad que nos genera lo desconocido. Cuando nos encontramos ante una persona o grupo desconocidos, es inevitable que nuestro cuerpo nos haga sentir incertidumbre o preocupación por no saber predecir su comportamiento o reacción. Lo que sucede en ese momento, inconscientemente, es que nuestro cerebro asigna a esa persona o grupo el rasgo de personalidad que nos provoca ese sentimiento desagradable.

Por ejemplo:

* Los jóvenes son irresponsables y sólo piensan en divertirse
Me gusta tener un trabajo cotidiano, sin sobresaltos. Me incomoda contratar a una joven de 24 sin experiencia. Seguramente cometerá errores que probablemente tendré que resolver o me meterá en algún lío.

* Los españoles son vagos
Los españoles están acostumbrados a acostarse tarde y hablan mucho, seguramente serán impuntuales y tendré que trabajar más. No es justo.

* Los gitanos no son de fiar
Me asusta tener vecinos que no compartan mis valores, tradiciones o cultura. Seguramente son pobres y eso me hace sentir inseguridad.

Esto adquiere mayor gravedad cuando se considera que el otro grupo viola nuestros valores, las emociones negativas serán mucho más intensas, pudiendo llegar incluso a un odio extremo.

Si tenemos en cuenta que muchos de nuestros miedos se adquieren desde que somos bebés, es comprensible que ciertos prejuicios estén tan arraigados que creamos que no lo son, precisamente porque nos han educado a tener miedo o sentir disgusto por ciertos rasgos de personalidad.

Por ejemplo, si desde pequeños hemos oído que «los negros son malos y ladrones»,  que «la religión musulmana es de terroristas» o que «ser homosexual es anormal», es muy probable que sintamos un miedo espontáneo cuando vemos a un negro o a una persona musulmana o nos incomode relacionarnos con una persona homosexual, aunque no lo queramos.

Por eso es tan difícil desintegrar un prejuicio, porque sólo se puede cambiar mirándonos en el espejo y enfrentándonos a nuestros miedos, en definitiva, conociéndolos o reconociéndolos. Sé que es difícil, pero si crees en un mundo más justo y equitativo hay que ser valiente y enfrentarse a ellos porque los prejuicios no sólo perjudican a la persona hacia la cual los emites, sino que te dañan a ti y a toda la sociedad.

Este video de la Fundación Secretariado Gitano muestra muy bien las consecuencias negativas que puede tener encasillar a los demás.

Contacto: Puedes escribirnos a hola@somosquiero.com y compartir en tu redes:

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