Me gustan las buenas historias, pero sobre todo me gusta la gente con ideas inspiradoras. A veces es fácil olvidar que un emprendedor no es necesariamente un tipo metido en tecnologías futuristas, nuevos mercados e innovación. Una empresa original, inteligente y en busca de la felicidad personal puede ser algo tan sencillo como lo que os contamos en estas líneas.
Charles Darwin debía de ser un hombre con sueños y
aspiraciones sin límite, pero algo me dice que si pudiera visitar la tienda que Luis Andrade ha creado en Madrid con su nombre lo recibiría como un honor majestuoso. Tal vez porque en la ciencia como en la vida lo más grande se hace con los gestos más pequeños.
Estamos en un reducido local a pie de calle, dentro de un condominio de edificios privados en la zona norte de Madrid, en el superpoblado Barrio del Pilar. Las ventanas están con las persianas bajadas y al entrar encontramos cajas y estuches por todas partes. Las paredes y el espacio central están delimitados por muebles de madera dotados de numerosos cajones y archivadores. Nuestro anfitrión nos explica un poco avergonzado que el desorden no es habitual en su negocio, pero acaba de volver de una feria y no le ha dado tiempo a desempaquetar. Sin embargo, ese caos controlado que nos rodea recuerda más bien a la habitación de un niño en la pausa de la merienda. Aquello de parar un momento para seguir jugando rápidamente. Mientras curioseo, la mirada encuentra un conjunto colorido de piedras de colores, caracolas, un par de enormes cuadros con lo que parecen unos grabados naturales bastante antiguos, unos cuantos insectos en cajas transparentes de plástico, y variados restos que desde mi desconocimiento intuyo que son fósiles. Delante de mí tengo a un señor que, como suele ocurrir, no tiene el aspecto que me esperaba. Elegante, atractivo, encorbatado y simpático a primera vista, responde a todas las preguntas con una
cariñosa mezcla de profesionalidad y orgullo adolescente. Las explicaciones manejan con trasparencia la dificultad de su negocio y la pasión de una persona enamorada de lo que hace. Y, ¿qué es lo que se ofrece en Darwin? Pues un espacio de compra y venta de minerales, fósiles e insectos de colección. Y una nueva línea de negocio como son los elementos de decoración inspirados en este tipo de coleccionismo. “Los clientes vienen aquí por citas”, me explica Luis, “no es un negocio en el que la gente pase por delante y entre a preguntar”.
Luis ha cultivado el interés por este mundo desde que a los 12 años le regalaron una colección de minerales, e incluso estuvo desconectado de este coleccionismo durante una larga temporada. Ahora tiene que compartir esta pasión con un trabajo de mañana en una agencia de publicidad para medios extranjeros, como la BBC. De hecho, Darwin como tal lleva poco más de un año en activo, y antes Luis solamente se dedicaba a comprar y vender en distintas ferias especializadas. Es decir, que en plena crisis económica este hombre no solamente se gasta un dinero que bien podría ir a su plan de pensiones (el alquiler del espacio le cuesta unos 500 euros, por no mencionar el presupuesto de adquisiciones) sino que además está buscando un emplazamiento mejor para abrir una tienda de calle. La pregunta es inevitable: ¿qué le llevó a montar algo así? “Yo tenía un sueño recurrente” nos cuenta Luis Andrade, “en el que iba por la calle y me encontraba con una tienda como ésta, pero al entrar descubría que era mi propia tienda. Y no dejaba de pensar en ello… Así que la hice realidad. Pero lo más curioso es que desde entonces ¡ya no he vuelto a soñar con la tienda!”.
Obviamente una colección así no se construye en dos días, y en todos estos años Luis calcula haber invertido unos cuantos miles de euros. Eso sí, no vende piedras preciosas o joyas sino artículos dirigidos a quienes buscan una pieza muy específica para su colección científica, o bien para aquellas personas que se enamoran de algo por su belleza. En cualquier caso es un negocio difícil: “acabo de volver de una feria en la que apenas he vendido 50 euros por día”, nos confiesa, “pero al menos he repartido muchas tarjetas”.
Yo jamás en la vida hubiera imaginado coleccionar este tipo de piezas. Aún así, todo invita a empezar. Sin tener ni idea de lo que estoy viendo encuentro piezas que cuestan unos pocos euros, o auténticas maravillas por menos de 100 euros. No olvidemos que cada una de estas obras naturales es única. Pero seamos honestos, esto es algo muy minoritario. Y solitario. De hecho, nadie en la familia de Luis parece dispuesto a tomar el relevo. Así que se me antojan un montón de argumentos para tirar la toalla con un negocio de esta índole. Sin embargo, estoy delante de una persona incapaz de desanimarse. “Me siento un privilegiado”, declara, “y lo importante para este negocio, como para todos los demás, es la persistencia y la perseverancia”. Y por eso mismo el nombre de Darwin nos parece el más apropiado para esta aventura, no por la famosa teoría de que sólo el más fuerte sobrevivirá sino porque esta empresa está construida del material de los sueños. ¿Existe algo más sostenible que un sueño?
Darwin. Ciencias Naturales
Calle Alfredo Marquerie, 11 bajo 2
Cita previa: luis@darwincienciasnaturales.com
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