Los graduados en masters de administración de empresas (MBA) de Harvard acaban de lanzar su birrete al aire y el gorro de algunos ha vuelto con una promesa. Los hay que se han comprometido a ejercer su carrera de una «manera ética», a «esforzarse por crear una prosperidad mundial que sea económica, social y ambientalmente sostenible», y a administrar las empresas «actuando de buena fe, procurando que la toma de decisiones y la conducta no se basen en un interés personal miope que pueda dañar a la empresa y la sociedad a las que sirven».
Esta modalidad de juramento es voluntaria y sólo ha sido el 20% de los graduados el porcentaje que se ha acogido a ella. ¿Sólo? Bueno, es nada menos que un 20% más que el año pasado, que no hubo ninguno porque no existía la opción. Es, sin duda, una cifra muy alta que demuestra una tendencia y que, esperemos, devuelva a la empresa a su lugar en esta sociedad. Porque, a pesar de lo que dijera Friedman y los que le dieron el Nobel, una empresa no debería buscar a toda costa los beneficios de sus accionistas. Una empresa debería buscar los beneficios de sus accionistas siempre que esos beneficios (o su búsqueda) no sean contrarios a los beneficios de la sociedad, local y global. Y, en esa misión, debería incluso hacer un hueco para repartir algún tipo de beneficios entre los demás, por eso de crear una sociedad más justa en la que haya oportunidades para todos y, así, la empresa pueda seguir existiendo y buscando (y encontrando) beneficios para sus accionistas. Porque, si no, pasa lo que está pasando. Y no mola, ¿no?
Se puede leer el artículo de El País que ha servido de fuente para esto pinchando aquí. Es de Peter Singer y se llama «¿Pueden las actividades empresariales ser éticas?».Contacto: Puedes escribirnos a hola@somosquiero.com y compartir en tu redes: