Había pensado en empezar este post a lo tremendo, con el mismo titular apocalíptico que todos los medios han elegido: “700.000 menores de cinco años mueren al año por neumonía infantil”. O con éste otro: «Cada 42 segundos muere un niño de neumonía en el mundo».
Y luego podría seguir culpando al primer mundo de mirar hacia otro lado. A las empresas, a los gobiernos, a los ciudadanos. Vamos, la opción fácil. La de la demagogia de hablar, desde una falta total de humildad, sobre un “otros” en el que nuestro ego jamás habita.
Pero va a ser que no.
Porque, entre susto o muerte, elijo celebración. Y agradecimiento. Elijo abrazar a todas esas personas que se han dejado, nos hemos dejado, la piel (dermis, epidermis e hipodermis) para poder aportar nuestro granito de arena en el Segundo Foro Global contra la neumonía infantil que hemos celebrado todos juntos hace unos días en Madrid.
Estos últimos meses hemos subido puertos de montaña muy escarpados, y en muchas ocasiones hemos competido para cruzar antes que el resto las metas volantes que iban surgiendo, –para qué negarlo, los proyectos internacionales con partners y culturas corporativas diferentes son muy complejos de gestionar–, pero al final, lo más importante, con lo que me quedo, es ese abrazo final, esa entrada conjunta en la meta, en la que todos hechos una piña cruzábamos esa línea con una sonrisa satisfecha y un único maillot en el que se podía leer “BUILDING A WORLD WHERE EVERY CHILD SURVIVES AND THRIVES”.
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