Ayer en una cena con amigos comentábamos lo relativo que resulta tomar la decisión correcta. No ya por, qué es correcto o incorrecto, sino por el momento en que valoras esa decisión.

Teóricamente cualquier decisión que se toma se considera correcta en el mismo momento de ser tomada. Despedir a 50 personas el día de navidad del 2011 puede llegar a ser valorado como una decisión correcta: “imposible aguantar más tiempo, es vital arrancar el año con el equipo definitivo, cuanto antes se diga mejor para todos, si queremos un día llegar a contratar 100 hoy es imprescindible hacer estos….”

Pero sigamos con este mismo ejemplo. El directivo que toma la decisión de despedir a 50 compañeros en estas navidades ahora se encuentra en el año 2018 y recuerda aquel acontecimiento: ¿Sigue pensando que hizo lo correcto? ¿Sirvió para algo? ¿Le sucedió algo a alguno de aquellos compañeros? ¿Le sucedió algo a él?

Sí, la ética es atemporal, pero no sólo hablo de ética, sino de las millones de decisiones que tomamos en nuestras vidas, superficiales o de calado, que nos afectan sólo a nosotros o cuando terceros se ven implicados. Pensando en todo esto me preguntaba qué decisiones se habían tomado este año que por el motivo que fuera habían trascendido. Me quedo con una.

Aunque técnicamente no es válido – por la fecha del 17 de diciembre 2010 – Mohammed Bouazizidespués de haber sido humillado por la policía decide prenderse fuego ese mismo día. Recordando este hecho me he encontrado con que The Times ha nombrado personaje del año a Mohammed Bouazizi. Felicidades a todos los suyos, supongo que será un doloroso honor. Mohammed ya no podrá valorar si hizo o no lo correcto pero, ¿por qué tomó esa decisión?, ¿qué quería?. Me imagino una persona que simplemente ya no puede más, la bofetada que le dan a la vez que le quita la fruta con la que trata de sacar su familia adelante le quema en la cara. Quizás esa mañana les había prometido a sus hermanos pequeños que cuando le fuera un poco mejor les llevaría al cine que había en un barrio próximo. Mohammed tal vez pensaba en emigrar, convertirse en un ilegal más en cualquier país europeo. Puede que fuera su última semana antes de partir en un camión de fruta rumbo, pongamos, Italia. Una semana más vendiendo verduras y a comenzar un sueño. Una bofetada seca llena de soberbia y asquerosa autoridad le tira al suelo y con él su sueño. El camión rumbo a, pongamos Italia, parte sin sueño.

Faida Hamdy, una inspectora de policia, ese 17 de diciembre, quizás, se despertó con una mala noticia: su hermano, si lo tuviera, estudiaba en pongamos Marsella, le llamó para decirle que la noche antes una panda de borrachos le habían partido la cara por el mero hecho de ser tunecino. Faida estaba llena de dolor, no entendía por qué con su posición no había sido capaz de darle una oportunidad a su hermano en su propio país y por el contrario había tenido que largarse a buscarse su futuro, pongamos en Marsella. Faida Hamdy deicidió abofetear a Mohammed Bouazizi, y esta bofetada se convirtio en un tiro de gracia para Muamar el Gadafi.

Quizás Faida es una simple policía hija de puta corrupta. Quizás algún día Faida Hamdy se pregunte si hizo bien en abofetear a alguien que unas horas más tardes se prendió fuego.

En el vídeo de más abajo están los hechos y la Historia se escribirá después.