La locura, la vejiga de cabra, los pedales y la regla.

La historia de hoy es un cuento contemporáneo extraño. Algo un poco garcía marquesiano pero en versión india posmoderna. Se trata de las aventuras y desventuras de Arunachalam Muruganantham, un hombre de nombre imposible y visión heroica. Pero antes, una pequeña introducción.


Imagino que siendo ustedes habituales de ¿Y por qué no? serán personas inquietas. Puede ser entonces que ya hayan oído hablar de varias iniciativas que pretenden llevar soluciones y productos de higiene íntima femenina a zonas pobres. No es tanto una cuestión económica, que también, sino que muchas veces el mero hecho de tener la regla es tan difícil de lidiar para mujeres jóvenes que dejan de acudir a la escuela, ya sea por pudor, por no cambiarse delante de nadie, por temor a manchas inesperadas, lo que sea. En algunas regiones de la India, las mujeres utilizan materiales variopintos con este fin, desde periódicos a hojas a hasta cenizas, aparentemente. Y aquí sí que el problema es meramente financiero. No hay dinero para compresas, y punto.


Entre de nuevo nuestro protagonista Arunchalam, quién, ni corto ni perezoso, decidió inventar una compresa muy barata para su mujer. Un problema evidente para esta innovación es que Arunchalam no menstrúa. Cosas que pasan. Eso sería solventable mediante colaboración si no fuera por que absolutamente todo el mundo alrededor suyo le tomó por loco. Y ustedes ahora pensarán, ¡malas personas! ¡Pobre visionario! Pero es que verán, acabó vistiendo una vejiga de cabra llena de sangre para imitar esto de tener un útero. Si ya hay tabú en la anatomía real, imagínense en la prestada. Ni su madre aguantó a su lado (le encontró un día un cuarto de los horrores lleno de compresas prototipo usadas).


Eso sí, nuestra historia tiene un final feliz. Porque triunfó, consiguió crear compresas extraordinariamente baratas (0,25 centavos de dólar por ocho unidades) con una máquina que funciona con una mezcla de electricidad y pedales. Y cuando vieron la cordura en la locura, o el beneficio en la locura, que no sé si es lo mismo, todos regresaron a su vera. Y ahora el hombre es feliz, muchas más mujeres pasean con esas sonrisas de anuncio, y su invento es un éxito.

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