El pasado 15 de septiembre me encontré en la Vanguardia con un reportaje muy interesante: «Fuentes y bancos, fuera«.
Debo reconocer que al leer el título y el contexto en el que estamos, pensaba que estaban cerrando sucursales a diestro y siniestro. Pués no, se habla del término «urbanismo preventivo» que basicamente consiste en poner las cosas difíciles a las personas que no son bien recibidas en las ciudades, nuestras ciudades.
Esto significa eliminar bancos de la calle para que la gente no pueda dormir, gritar, beber, descansar, charlar, disfrutar, vivir, soñar, follar, reir, llorar, o leer esta entrada desde su tablet.
Esto significa elimiar las fuentes de la calle para que la gente no pueda beber, lavarse, llenar garrafas, mojarse la cara, limpiarse la camisa de una mancha de helado de chocolate.
Hace un par de años fue la primera vez en la historia de la humanidad que hubo más población urbana que rural, y esto ya siempre será así salvo cataclismo o, que no tengamos donde sentarnos para tomar un helado de chocolate.
Compañeras y compañeros debemos andar con mil ojos, los ladrones de cuerpos ya están aquí.
El reportaje no tiene desperdicio pero tampoco los comentarios que los ciudadanos hemos ido dejando. La invasión ha comenzado
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