El miércoles pasado, Ana Montes y yo visitamos el Centro de Acogida a Refugiados de Vallecas, en el que su director, Santiago García, nos abrió las puertas para acercarnos a una realidad tan cercana como desconocida. Nuestra presentación fue clara: vamos a empezar desde el principio porque no tenemos ni idea de en qué consiste un Centro así.

Se trata de un espacio similar a un albergue, con unas instalaciones y una organización envidiables, al que acuden residentes a quienes se les reconoce el derecho al asilo o refugio. Pero, ¿qué es un refugiado? Según ACNUR, Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados, aquella persona que “debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones políticas, se encuentre fuera del país de su nacionalidad y no pueda o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la protección de tal país; o que careciendo de nacionalidad y hallándose, a consecuencia de tales acontecimientos, fuera del país donde antes tenía su residencia habitual, no pueda o, a cauda de dichos temores, no quiera regresar a él”.

Actualmente son varios los Ministerios que intervienen en el reconocimiento de esta situación en aquellas personas que, una vez aprobado, podrán contar con la atención de Centros como este. Solamente existen cuatro en toda España, dos en la Comunidad de Madrid, otro en Sevilla y otro más en Valencia, donde además disponen de más de 400 plazas. Un dato que cabe destacar sobre el tipo de atención que reciben los refugiados en nuestro país es que es el segundo mejor valorado en Europa, solamente mejorado por Finlandia. Estas diferencias en la atención vienen determinadas por las leyes y sistemas de asilo de cada país. Aún así, los refugiados suponen una parte mínima de las estadísticas de inmigración, y los apátridas, personas procedentes de naciones sin Estado, son una mínima parte de los solicitantes de asilo.

Tras este rápido contexto os contaré lo más interesante: qué se hace en el centro. El personal que trabaja allí tiene un perfil enfocado a la comprensión y empatía con las personas residentes. Tienen formación para garantizarles una atención completa: psicólogos, trabajadores sociales, animadores socio-culturales y orientadores. La gente refugiada, término que en la actualidad es sinónimo de asilada, recibe clases de lengua castellana e informática. Estas últimas clases tienen un enfoque práctico ya que les enseñan a cómo elaborar el currículum laboral que facilitará su integración social. Además, se preparan talleres de fotografía, relajación o yoga, actividades especialmente planteadas para estas personas que de forma particular, necesitan aprender a canalizar sus pensamientos positivos para evitar recuerdos incómodos.