La comida que vemos en los supermercados ha cambiado más en los 50 años que en los últimos 10.000. El hombre necesita del alimento, es su primera necesidad, sin embargo ¿cuántos de nosotros sabemos de dónde proceden nuestros alimentos?
Un supermercado en América tiene como media 47.000 productos en sus estanterías, una ilusión de diversidad, sin embargo son pocas las compañías a las que pertenecen todos esos productos. Un ejemplo de esto es la venta de carne animal. En 1970 eran cinco las compañías que dominaban un 25% del mercado, dejando el resto para ganaderos y agricultores, 50 años después son 4 empresas las que controlan el 80% del total de la carne que se vende. No dejan opción a la competitividad.
Las granjas quedaron en el olvido para convertirse en grandes fábricas. Nuestro querido y odiado McDonalds tuvo una idea revolucionaria al conseguir que la factoría se trasladara a la cocina de sus restaurantes. Cada trabajador realiza una función, de esta manera los salarios son bajos y los alimentos que compran en grandes cantidades son tratados con químicos, para disponer de ellos todo el año. McDonalds es el mayor comprador de tomates, lechugas, patatas, cerdos, y hasta manzanas.
Tyson, una de las cuatro empresas que lideran el mercado de la carne en EE.UU, altera genéticamente a sus pollos, consiguiendo que crezcan en 50 días en lugar de cuatro meses. Pero, ¿a qué precio? Esta ingeniería alimentaria tiene consecuencias y los huesos de estos pollos de medio mes de vida no aguantan el peso de un cuerpo tan grande, lo que les impide moverse.
Comida barata para millones de personas: ¿dónde está el problema?
Vacas y cerdos alimentados con maíz en vez de pasto (es más barato y engorda), contaminación en la carne al sacrificar 200 animales la hora, escasas medidas preventivas, los antibióticos que se les proporciona a estos animales para no enfermar, las condiciones en las que viven los animales y un largo etcétera, provocan miles de muertes anuales por E-Coli la bacteria famosa por la injusta «crisis del pepino española» (que para quien aún no lo sepa, se genera por la contaminación de los terrenos con el agua que proviene de estas fábricas de carne). Para más datos: se estima que 1 de cada 3 niños nacidos a partir del año 2000 tendrá diabetes a edad temprana por culpa de los aditivos que se usan. En EEUU son más de 40 millones de personas las afectadas por la contaminación de estos alimentos al año.
Pero el sistema no quiere cambiar. ¿E-coli?: no hay problema, añadamos amoniaco que mata a las bacterias. No se hace nada por corregir sino por que el sistema sobreviva. Corregir la equivocación que ha supuesto la industria alimentaria no es rentable. Ahora se habla de dinero, no de alimentos.
S.O.S. ¿dónde estás querido granjero?
Competir contra estas multinacionales no resulta posible, así que ahora los granjeros no opinan sino que siguen las órdenes de estos nuevos empresarios-granjeros, que de negocio demuestran que saben demasiado pero de alimentación más bien poco. Un corral puede costar unos 500.00 euros que amablemente les presta el empresario, y es aquí cuando empieza la deuda que no les permite opinar ni decidir, si no quieren perder su contrato y su única forma de vida.
Comer sano es ahora un bien de lujo. En mi viaje por San Salvador hablé con una mujer, tenía 3 hijos, comían diariamente en establecimientos de comida rápida, y es que como me explicaba, quería que sus hijos no tuvieran hambre. Comprar gaseosa, patatas fritas, y chocolates en cantidad, le salía más barato que una lechuga, unos tomates y alguna pieza de fruta. Sabía que no era sano pero no le quedaba otra opción. Esto, no es casualidad.
El tiempo corre
Todos sabemos que algo pasa y sin embargo miramos para otro lado ¿comodidad? La situación en España aún no es irremediable, tenemos que luchar por conseguir instrumentos de regulación de mercados que pongan fin a la especulación alimentaria y a la volatilidad de los precios así como el abuso de poder de la agroindustria y la gran distribución. Pocos somos los que nos damos cuenta de la próxima transformación del campo, con el abandono de gran parte de la actividad agraria y el despoblamiento rural. Esto implica: la pérdida de la diversidad de especies, los sistemas de producción agraria que suponen un recurso fundamental para la seguridad de la alimentación de las futuras generaciones así como el bienestar económico y social. Recordemos que una alimentación de calidad evitaría problemas de salud y reduciría la contaminación medioambiental.
En España las ayudas europeas de la PAC (política agraria común) buscan orientarse a explotaciones mas intensivas y rentables dejando de lado a pequeños agricultores. En los próximos tres años una población agraria próxima al millón de personas tendrá que cambiar de trabajo dejando la agricultura en manos de grandes industrias.
La lucha por la alimentación es una lucha por nuestro principal derecho. Hace falta voluntad, valentía y visión de futuro. Luchemos por una soberanía alimentaria donde el ciudadano pueda elegir sus alimentos y conocer su origen y producción. No es solo un tema de alimentación sino de derecho a la información.
Aún estamos a tiempo de que a diferencia de Estados Unidos y algunos países de Europa, no sean cuatro las empresas que dominen el mercado de la alimentación, y es que como dice Antonio Bello Pérez, biólogo español y director durante 8 años del CSIC: «Solo existe un modelo agrario, aquel que se preocupa de la calidad de los alimentos, el respeto al territorio y la salud de sus ciudadanos, basándose sobretodo en su alto valor social. El resto de lo que sigamos llamando ‘agricultura’ puede ser cualquier cosa».
Ahora o nunca.
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