En imperativo. Así es como debieron entender esta mítica frase del ecologismo los responsables del último gran fracaso para combatir el calentamiento global. Me explico, que aunque la historia tiene su gracia, pudo acabar en tragedia. Según informa National Geographic hace unas semanas unos biólogos alemanes del Instituto Alfred Wegner realizaron un experimento que salió muy mal, fatal. La idea era verter hierro al océano para estimular el crecimiento de las algas, ya que estas plantas necesitan este elemento, relativamente escaso en los océanos, para realizar la fotosíntesis, proceso mediante el cual convierten la luz solar en energía.
Se supone que así estimularían su crecimiento y podrían absorber mayor cantidad de CO2. En efecto se produjo un boom de algas, el problema es que crecieron las algas equivocadas. En vez de aumentar el número de las grandes algas, el boom se produjo entre las pequeñas algas costeras que rápidamente fueron devoradas por unos pequeños crustáceos llamados copépodos. Las algas luchadoras contra el CO2 desaparecieron en un abrir y cerrar de ojos y los copépodos crecieron y se multiplicaron siguiendo los designios bíblicos. Tras el experimento todos los habitantes de la tierra seguimos igual de mal excepto los grandes cetáceos, que devoran entusiasmados toneladas de copépodos.
Bien por los investigadores, cumplieron con el famoso lema y salvaron a las ballenas. Pero en lo que se refiere a combatir el calentamiento global la cosa ha ido fatal. Esto nos lleva al siguiente dilema: ¿Cuánto tiempo vamos a seguir esperando a que nos solucionen las cosas los demás? Ya basta de comodidad. Qué manía de buscar soluciones al cambio climático que no supongan ningún esfuerzo para los seres humanos. Siempre esperando a que vengan unos científicos o, lo que es peor, unos políticos a solucionar los problemas mientras nosotros los criticamos y nos sentamos a fumarnos un piti.
En mi opinión tenemos que empezar a hacer esfuerzos individuales. Y si no nos terminamos de animar, utilicemos el recurso de la advertencia cojonera. Unos pequeños mensajes que se metan en nuestra vida y nos hagan pensar. Los gobiernos no han tenido reparos en informarnos desde cada cajetilla de tabaco que fumar nos puede matar, que perjudica a los que nos rodean, etc. Y la verdad es que me parece bien, por eso propongo que hagamos lo mismo con todos aquellos productos que atentan contra el planeta y los que habitamos en él. Esos productos que nos encanta utilizar y que nos hacen la vida tan fácil. Qué tal una pegatina en los surtidores de gasolina del tipo “pulirte medio depósito para ir a trabajar en vez de ir en metro perjudica tu salud y la de los que te rodean”. O en su defecto un aviso en las nóminas más abultadas “si renuncias al 10% de este pastón algunos de tus compañeros tendrán un salario digno”. Hay muchas posibilidades, pensemos en ello y llenemos nuestra vida de advertencias punzantes que nos toquen los huevos entre tanta comodidad. Es fácil, divertido y barato. Cuánto antes aprendamos que tenemos que sacrificarnos antes empezaremos a solucionar las cosas mejor.
Por último quiero dedicar la canción Dry Martini S.A. de Nacho Vegas a los investigadores del Instituto Alfred Wegner. Lo hago con cariño porque desarrollan una importante labor. En realidad sólo está relacionada con su fracaso por ese estribillo en el que repite sin cesar lo mal que lo hacemos, pero aprovecho para compartir con todos este interesante tema de Vegas.
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