Hablar de innovación es invitar a malentendidos porque la verdad es que nadie te puede decir qué es exactamente. La gente te habla de broches hechos con tetrabricks reciclados; o de ultimísimas tecnologías. Sin diferenciar. A mi lo de los broches de tetrabrick me cansa un rato largo (y eso que yo hacía collares de papel couché). Por eso estaba dudando de si escribir este post, o no. Porque este post habla de lo que pasa cuando una mujer brasileña acoje hasta 200 niños en su casa con un sueldo de poco más de 300 euros, y acaba saliendo por la tele, y Coca-Cola le monta una casa a lo broches de tetrabrick. Y claro, eso a mi me hace preguntarme qué es lo bueno y qué es lo malo y qué es lo innovador.
Porque vale, le arreglaron la casa (véase, se la llenaron de packaging descontextualizado), y le pusieron una web y hasta le pulieron el coche. Imagino que ésos eran los límites del programa televisivo. Pero caramba, Coca-Cola, si quieres dar ese buen rollito con el que se asocia tu marca, ¿no puedes ayudar más proactivamente a ese mar de chiquillos que ha criado esta señora?
Y claro, llegados aquí piensas, ¿pero cómo está el mundo que esta señora ha acabado cuidando tantísima gente? ¿No había alternativas? Y si una macro-marca como Coca-Cola puede donar botellas de plástico para usar de macetas, ¿no puede también proponer algo más? Y vale, no es su responsabilidad. A caballo regalado. Y tal. Pero aún así. Digo yo, ¿no?
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