Algo tan cotidiano como hacer la compra en el supermercado tiene repercusiones directas en el medio ambiente y en las personas. Adquiriendo productos o contratando servicios de forma responsable, los consumidores tomamos decisiones que pueden y deben influenciar los comportamientos de las empresas que los ofertan.
La mitad de los consumidores españoles (49%) asegura mostrarse selectivo a la hora de consumir, incorporando criterios de responsabilidad cuando se trata de adquirir productos y servicios, como por ejemplo, el respeto de la marca al entorno físico o a los Derechos Humanos. Asimismo, un 19% nunca ha tenido en cuenta la variable responsabilidad en su consumo, pero prevé hacerlo en un futuro próximo, y por el contario, un 34% continúa sin considerar estos intangibles en su consumo, priorizando en otros aspectos como el precio del producto, la cercanía del establecimiento, la comodidad, la eficiencia, etc. Estas son algunas de las principales conclusiones del informe «El ciudadano y la RSE» de la Fundación Adecco y que ha dado voz a 1.000 ciudadanos mayores de edad residentes en España.
El consumo responsable se sustenta sobre tres pilares básicos: consumo ético, en donde se valoran las opciones más justas, solidarias o ecológicas; consumo ecológico, en el que se practica un consumo respetuoso con la naturaleza, reduciendo, reutilizando y, por último, reciclando y consumiendo productos ecológicos y artesanos; y el consumo social y solidario, donde se incluyen los productos de comercio justo.
Para que el ciudadano pueda ejercer un consumo responsable es esencial que disponga de información que le permita conocer los valores éticos, ecológicos y sociales que acompañan el producto, ya sea por medio del etiquetado del mismo o a través de otras fuentes de información a las que se pueda acceder con facilidad.
Sin embargo, la realidad es muy diferente. Los consumidores desconocen cómo se ha fabricado el producto que compra, si la cadena de valor ha respetado los derechos laborales y los derechos humanos, o si procede de una compañía responsable con el entorno social y medioambiental. Esta falta de información impide a los ciudadanos practicar una compra responsable. Mientras los gobiernos y las empresas ponen solución a estos obstáculos, los consumidores tenemos un desafío individual: practicar un consumo crítico incorporando valores éticos, sociales y solidarios.
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