Un portátil por niño

 

One Laptop per Child es una iniciativa que pretende, tal y como su nombre indica, que cada niño tenga un pequeño portátil para poder aprender y conectarse independientemente de en qué medio o condiciones se encuentren. En 2007, empezaron a distribuir sus ordenadores blancos, gordotes, con toques verdes. Cada uno de ellos costaba menos de 100 dólares. El año pasado consiguieron repartir más de 2 millones de ellos. Y ahora han conseguido convertir esas cajitas informáticas en tabletas. Y todo sin aumentar costes. Lo mejor de todo es cómo estas nuevas tabletas se pueden cargar solarmente (¿quién dijo que las renovables eran un lujo?) y manualmente (que, de hecho, tiene que ser entretenido para un crío).

One Laptop per Child es un excelente ejemplo de cómo hacer más con menos, ahora que tanto oímos estas cosas. Están diseñados específica y exclusivamente para niños, lo que quiere decir que tienen las manos pequeñas, juegan, hablan los unos con los otros, van a clase, algunos de ellos no tienen ni edificios dónde estudiar, ni sillas, ni mesas. Y todo eso está reflejado en el diseño. Por ejemplo, la pantalla se ve nítidamente aún a pleno sol, y se puede conectar a un wifi muy lejano. Un detalle que me gusta especialmente es que se conectan entre ellos para que los niños de un grupo interactúen y compartan. Además, son como cactus: con un poquito de electricidad tiran y tiran.

Es fascinante cómo tan poquito puede abrir tantas puertas para estos niños. Cuando vivía en Swazilandia, daba clase de arte y manualidades a chiquillos de 5 a 6 años. Su clase era un cuarto de adobe lleno de pósters muy muy hipster (es que eran o muy antiguos o muy hechos a mano). No se solían enterar mucho de lo que yo les contaba, y yo no me enteraba mucho de lo que ellos me contaban. Pero sospecho que el ejercicio no era ése, de todos modos. Era el contacto. Ellos me enseñaron su realidad. Mucho más que yo la mía a ellos (aunque una adolescente blanca y con el pelo fúcsia les tenía fascinados). Que yo no pudiera imaginar su vida hasta que les conocí es una muestra de la ignorancia propia de nuestra comodidad. Aún hoy en día no es lo que buscamos o vemos en internet. De todos modos, no de una manera compleja, con claros y sombras.

Pero les voy a decir una cosa. En la era de la conectividad, que no existiera tecnología adaptada a sus necesidades sería condenarles a otro tipo de analfabetismo. Por que, ¿qué mejor gusto que pensar que los niños de la foto, o los niños que yo “enseñé” pueden estar leyendo esto ahora mismo?


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