Venezuela: responsabilidad a secas no basta

 

Los países se hacen pensando y haciendo. Hay que crear un ambiente adecuado para el pensamiento. En medio de una batalla campal no se puede construir una nación. Las naciones se hacen cuando se complementan todos y se ponen de acuerdo.

Jacinto Convit

Indudablemente, términos como sostenibilidad, consumo, responsabilidad,  paz, democracia, igualdad y DDHH se viven y sienten bastante diferentes a lo largo y ancho del planeta.

Hoy es el Día Internacional de la Paz y en muchos países se desarrollan situaciones que, cuando menos enardecen a ciudadanos encerrados en el laberinto de lo imposible, buscando la salida a la codiciada y a veces utópica paz.

No me refiero a los conflictos olvidados o relegados a un segundo plano, porque esos están abiertos, a veces saltan y aunque sea solo por las polémicas guerras al terrorismo, al narcotráfico…, algún país occidental, ONG o medio de comunicación en algún momento les dará cierta cabida. Hablo de los otros, los que parecen pero no son, los que son y no parecen, los que nos hacen dudar de lo que se dice o se deja de decir.

¿A qué viene esto?

Estuve en Venezuela unas semanas. Partí con la verdad manifiesta, que las diásporas muchas veces se vuelven tan inflexibles con sus países de origen que dificultan el progreso y el avance. En cualquier caso, en este país existen tres fenómenos de forma tan omnipresente que imposibilitan estar inmune debajo de su cielo:

  • La delincuencia
  • La polarización política
  • La carestía de la vida

Estos tres ejes son articulados por la legitimidad de la violencia. No es mi intención tejer un mapa de causas y consecuencias, porque el entramado de la crisis venezolana es tan complejo que sería como la pescadilla que se muerde la cola.

Para nadie es un secreto que, la desigualdad en la distribución de las riquezas, la ominosa administración de unos y otros, la corrupción en TODOS los estamentos sociales y millones de hogares desintegrados entre otros, son la génesis de una crisis de valores con proyección de futuro.

Las heridas son tan profundas que atentan contra la salud pública, violencia normalizada que no aterra, tan metida en la cotidianidad que vela el pensamiento y no evidencia la patología que subyace en el fondo de la cuestión.

Los silencios, las ausencias, la soledad, la indolencia, la individualidad, la anarquía, la impunidad, la frustración, la incertidumbre, el atraso, el miedo, el dolor, el consumo, los anacronismos y una escasez absoluta de diálogo.

¿Responsabilidad a secas?

Se supone que la Responsabilidad Ciudadana debería hacer que florezca ese concepto de país compartido por todos, base fundamental para trabajar al unísono y así conseguir la tan anhelada paz; no obstante esta presunción de responsabilidad puede convertirnos en seres impasibles -sin ánimo de justificar la inercia-, cuando los principios están en crisis desde la simiente esperar responsabilidad de quienes han heredado un acervo inmovilista, es absolutamente quimérico. Los antivalores han sustituido al cultivo de la responsabilidad.

¿Qué hacer?

La ética nos enseña como emplear la libertad, lo que nos brinda la capacidad de optar, dentro del abanico de posibilidades, así  ejerceremos nuestra voluntad para responder de tal o cual modo, generando una inminente responsabilidad y esta a su vez creará confianza como premisa inicial para el diálogo.

Constantemente caemos en el error de calificar a una persona u organización de «carente de ética», sin embargo reiteradas veces he leído a Adela Cortina y a otros filósofos de ahora y de siempre afirmar que, podemos estar o no de acuerdo, pero la ética es como la genética: inherente a todas las personas.

Por tanto, creo que para ejercer esa responsabilidad con certeza, se necesitaría entre tantas variables, un entrenamiento social como sostén de cambios, en el que estén inmersos TODOS los que de alguna manera inciden en el proceso de formación de los ciudadanos: familia, comunidad, sistema educativo, políticas públicas de honestidad cívica, medios de comunicación, líderes inspiradores, etc. Me niego a pensar que todo está perdido y que Venezuela seguirá a la deriva hasta que el cuerpo y el alma aguanten.

Comencé estas líneas con una frase de Jacinto Convit, quien a sus 97 años, su amor a la medicina lo mantiene activo en su laboratorio. Recientemente ha publicado una carta dirigida a los jóvenes, en la que hace un llamado a ese entorno formador el cual debe brindar las herramientas para superar las situaciones, los escollos, la vida misma…

Fotos: Alejandra Panza e Historia Actual

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Comments (11)

  • Vivir en Venezuela y en Caracas es todo un reto. Hay mucha agresividad. La gente camina rápido, pero aún queda amabilidad. hace poco me caí en la calle y una señora con un bebé en brazos, se desvivía por ayudarme. En ese momento entendí que aún hay esperanzas. ¿Cuál es mi contribución? Ceder el paso, considerar al peatón cuando conduzco y cumplir con las normas cuando estoy en posición contraria. Regalar una sonrisa, aunque a veces sea muy difícil. CUmplir las leyes, sin oir la típica frase «no lo hagas, nadie lo hace», y así sucesivamente. Trato de ser una buena ciudadana, para vivir y sobrevivir en un país con delincuencia, carestía y mucha polarización. No es fácil, pero hay que por lo menos, intentar vivir.
    Saludos Natalie. Eres un buen ejemplo a seguir.

  • Es difícil comprender el génesis de tanto desequilibrio en la actual sociedad venezolana, sería fácil señalar culpables o incluso las faltas, pero debemos como venezolanos comenzar a tener un poco mas de respeto hacia nuestro vecino por nombrar un mínimo ejemplo, asumir que tenemos que cambiar es sumamente difícil pero necesario y urgente.
    El individualismo nos ha mutilado de una de las cualidades más valiosas del ser humano, el hecho de compartir y colaborar con nuestros congéneres.

  • Acabo de ver a Bill Drayton decir algo como «debemos darnos el permiso para ser impulsores de cambios», pienso será cuestión de darnos la oportunidad?.
    En algunos casos sí, pero en otros, no solo es cuestión de generar o aprovechar la oportunidad, mi tesis es qué pasa con esa gran masa de personas que por razones varias: pobreza, anarquía social, desconocimiento, falta de habilidades sociales, etc?. Ellos no tienen las herramientas de base para ejercer la libertad que les hará RESPONDER.
    En Venezuela existe un gran problema y lo peor es que no tiene un nombre y apellido, son 28 millones de nombres y apellidos, no se puede seguir posponiendo.

  • Yo me he negado hablar de mi país, no porque no lo sienta o porque no me duela, es que me resulta una tarea irónicamente fácil hablar desde la lejanía.
    Sólo puedo afirmar que comparto contigo esta frase: ‘Me niego a pensar que todo está perdido’.

  • Resulta difícil hablar objetivamente de Venezuela después de estar casi un año por fuera. Noticias de prensa y versiones familiares nos dicen que la situación es cada vez más precaria: la delincuencia, la polarización y la carestía, como dice Nathalie, son el orden del día. Sin embargo, sueño a diario con volver a vivir el país en donde nací; en donde los colores y las ideologías no eran para separar a los hermanos, sino para hacer honor a la diversidad. En donde el trabajo,la planificación y el esfuerzo eran venerados como un valor fundamental. Sé que no todo está perdido… cada uno de nosotros, desde donde estemos, podemos hacer mucho. Recordemos esa famosa película «El Poder de Uno» (The Power of One,1992) que nos dejó una gran enseñanza.

  • Gracias Nathalie por tus palabras.
    De una realidad concreta, que te duele, a un sentir universal sobre el poder de la ciudadanía, que añoras.

    Me creo afortunado por vivir un momento de la historia que huele a cambio. Quiero formar parte de esa gran cocina donde mucha gente en mayor o menor medida ya se ha puesto manos a la obra. Gente de aquí y de allá. Gente que quiere comer y otros que les apasiona dar de comer.

    Desde quiero salvar el mundo haciendo marketing pensamos que ayudar a construir un mundo mejor no es una utopía. La razón es muy sencilla: Pensar que esto es una utopía es pensar que nosotros mismos somos una utopía. Falso, somos de carne y hueso, estamos vivos y luchamos por dar vida.

  • Me ha llamado mucho la atención el concepto de «presunción de responsabilidad». Tal vez uno de los grandes retos que nos esperan sea el de conseguir ese cultivo de la responsabilidad para evitar la tendencia de ser sustituida por los antivalores. Pero, qué difícil en los tiempos que vivimos, con una clase política que nos enseña de todo menos de responsabilidad y valores…
    Enhorabuena por tus palabras Nathalie.

  • Excelente….
    Si lamentablemente este pais cambia si cambian la actitud y forma de pensar de las personas q estamos aqui y nos duele y luchamos dia a dia por èl….

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