La vida hay que currársela

«La tolerancia no basta. La tolerancia es una actitud del vencedor hacia el vencido. Lo que necesitamos decir no es ‘yo te tolero’, sino ‘yo te respeto’. Respetar al otro, conocer al otro, establecer un tipo diferente de relación con el otro y con la cultura del otro. (…) Necesitamos ser conscientes del hecho de que compartimos el mismo planeta, de que somos personas diferentes en el idioma, en la religión, en el color, en el estatus social, en la nacionalidad… El asunto principal del siglo XXI es cómo vivir juntos armoniosamente, y me temo que muy pocos países están enfrentándose a este tema adecuadamente.

Sería muy ingenuo de nuestra parte pensar que la actitud natural del ser humano es aceptar a los demás. La actitud natural a lo largo de la historia ha sido expulsar. Esto tiene que ser estudiado, explicado y aprendido por generaciones y generaciones. No surge simplemente porque la gente viva unos junto a otros. Esa es una de las cosas más complicadas: aceptar al otro. Esto es extremadamente serio y difícil, y debemos afrontarlo con seriedad, respetando los sentimientos de todos».

Palabras de Amin Maalouf, que recibe su Príncipe de Asturias el viernes, en su entrevista en El País Semanal del pasado domingo. De él ya escribió por aquí, mucho y muy bien, Nathalie. Yo sólo quiero reflexionar un poco a partir de su reflexión. No creo que me den un premio por ello, pero me apetece, qué coño.

La tolerancia no basta, se necesita respeto. Y ese respeto no surge de forma natural. Eso dice Maalouf. O sea, que hay que trabajárselo. Claro. Como todo. Pero que sea obvio no quiere decir que lo hayamos asumido. Al contrario, da la sensación que el personal tiende a preferir que las cosas sucedan como suceden sin trabajar para que sucedan de otra manera. Pasa con esto de la tolerancia, como pasa con las relaciones (de pareja y de amistad), el trabajo, los proyectos personales, aprender a tocar la guitarra, el cambio y hasta la revolución.

Y, sin embargo, lo habitual es la apatía. Nos quejamos de la crisis, del aburrimiento vital, de nuestro marido, mujer, novia o novio, de los jefes, de la corrupción, de la intolerancia… Nos quejamos de todo pero hacemos poco por cambiar nada. Esperamos que las cosas nos vengan dadas, incluso valoramos más las cosas que surgen naturales. Especialmente en España, tiene mejor prensa la intuición que el curro.

Y no. El ser humano es el mamífero que más despacio aprende. Tardamos un huevo en caminar y parte del otro en hablar. Mucho más tiempo necesitamos para pedir perdón y a algunos, aún mayores, les cuesta reconocer sus propios errores. Pensamos que nacimos sabiendo y, así, no nos damos cuenta de que somos bastante bobos. La vida es un curro, la vida hay que currársela. Es la gracia que tiene. No hemos venido aquí a ser espectadores, a ver qué ponen en la tele y qué dicen los periódicos. Somos actores y, como tales, tenemos que estudiar nuestro papel, aprender los gestos correctos, aportar a esta obra común que hacemos todos.

Paro ya, que he quedado. Sólo añadir el típico ejemplo personal para que esto no quede como arenga de libro de autoayuda. Un poner, nuestra empresa. Crear quiero salvar el mundo haciendo marketing hace dos años no fue fácil. Sobrevivir en el tiempo está siendo muy difícil. Cada día nos lo curramos, cada día nos la pegamos, cada día aprendemos algo. Cada día avanzamos. Sin siquiera mirar las salidas de emergencias. Nos lo estamos currando. Me lo estoy currando en lo que me toca. Como cuando me rompí la rodilla, que estuve un año yendo todos los días a rehabilitación para no quedarme cojo y conseguí quedarme sólo cojo a medias. Son dos ejemplos quizás chorras. En muchas otras cosas sigo estando idiotizado, siendo perezoso, esperando que me pase algo. Prometo por Amin Maalouf, que no por el Príncipe de Asturias, que intentaré cambiar y trabajármelo más. Aunque llegue tarde para que mi profesor de guitarra y algunas estupendas personas se lo crean.

Contacto: Puedes escribirnos a hola@somosquiero.com y compartir en tu redes:

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